miércoles, 21 de septiembre de 2016

¿Hay una libertad verdadera y otra falsa?


De hecho por “libertad” podemos referirnos a cosas diversas.


Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org 



Pregunta:

Escuché a un sacerdote en un sermón decir que algunos creen que son libres pero no lo son; en realidad serían esclavos. ¿Cómo es eso? ¿Puede alguien ser esclavo sin saberlo o pensar que es libre y en realidad no ser libre?

Respuesta:

Creo que el sacerdote a quien usted oyó dijo una gran verdad, y por cierto “evangélica”, pues es Jesús quien dijo: Si el Hijo os diere libertad, seréis realmente libres (Jn 8,36). El texto griego de San Juan usa el adverbio óntos, trasladado al latín por vere: “verdaderamente libres”; y el Lexicon Graecum del Nuevo Testamento lo define: “por este vocablo se opone tácitamente una cosa verdadera a otra ficticia, falsa, aparente – una cosa absolutamente cierta a otra dudosa”[1]. Por tanto se afirma –implícitamente al menos– la existencia de una libertad que no es real.
De hecho por “libertad” podemos referirnos a cosas diversas.
Hay (primeramente) una libertad “perversa”: aquella en que uno abusa de su libertad para pecar; se trata, si podemos decirlo así, de “estar liberados –o alejados– de la santidad”.
Hay (en segundo lugar) otra libertad que debe ser llamada “vana” o “ilusoria”; es la libertad de los carnales; los que se creen libres porque no llevan pesadas cadenas de hierro; pero nada dice de las cadenas interiores y morales; es vana porque los hombres creen ser libres porque no ven barrotes o rejas en las ventanas de su habitación, olvidando los cepos y grilletes que esclavizan el corazón con el vicio y el pecado: quien obra el pecado es esclavo del pecado (Jn 8,34).


Finalmente existe una libertad espiritual y verdadera. Es la libertad que da la gracia por la que se carece de los negreros lazos del pecado. Y aún ésta conoce grados:
Puede encontrarse en un estado imperfecto; y tal es la que podemos alcanzar en esta vida; porque aquí, aun viviendo en gracia, la carne lucha contra el espíritu, sin permitirnos realizar todo el bien que queremos: Pues la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; como que estas cosas son contrarias entre sí; de manera que no hagáis lo que queréis (Gal 5,17).
Pero puede alcanzarse un estado pleno y perfecto: en la Gloria celestial. Allí se dará lo que dice San Pablo: La misma creación será liberada de la servidumbre (Ro 8,21). Porque allí no habrá ningún mal, nada que incline al mal, nada que oprima. Será la total libertad de la culpa y de la pena; libertad de todo miedo y preocupación.
Esta libertad solo el Hijo la puede dar, porque Él se rebajó anonadándose hasta tomar forma de esclavo (Fil 2,7). Es su esclavitud la que nos ha liberado

No hay comentarios:

Publicar un comentario